Mi alma está detenida. Siento la brisa rozando mi cuerpo tendido. El crepúsculo se hace eterno en
mi mente. Mi corazón murmulla junto al
río canciones de amor.
Nada podría sacarme de tantas
hermosas ensoñaciones, fantasías de dicha y pasión por vivir. Mis labios fríos cubren los
valles de calor. Abrazando el desierto y los bosques. Voces del pasado saludan
riéndose y me enseñan que creer valía más que olvidar.
Nunca nadie me negó llegar a
sumergirme con enojo en mi espacio. Pero la esperanza miraba desde un punto más
alto, diferente al otro día cuando te creí observar.
La esencia de la muerte dentro de
un capullo naciente mordisqueado por un dolor maldecido. El odio caminaba al
lado de mi mano y junto a la otra aferré un cariño que apareció de repente. Se
creó entre el miedo y la desesperación un sentimiento profundo que
jugueteaba con pétalos de sangre.
Cuando mis ojos descansaron en tu cuello supe
inevitablemente que estaba muerta de dolor. Acariciar tu rostro me hizo pensar
de que tal la equivocación se había aparecido en mi alma pero eso no impidió
mis deseos de querer fundirme entre tus sueños y convertirme en una parte de
ti.
Él nunca me habría dicho las
cosas que reflejaba tu mirada, tu preocupación hacia lo desconocido de algo
poco entendible. Pero una ráfaga de
viento furioso buscando venganza en las mismas trituradas heridas de siempre,
no puede ser domado, atrapado.
Vagaré entre las entrañas
escondidas de las noches mágicas en que descansas junto a tu almohada. Podré
cuidarte cuando cierres las puertas de tu consciente.
Descansaré a tu lado como si nunca me hubieras
confundido con algo real. Y creerás que yo no existo pero siempre estaré allí,
donde solo tú me quieres ver.
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